Dos Exposiciones a la vez. “Velázquez y la familia de Felipe IV” y “Las furias”



Como paréntesis a las anteriores tres entradas, en ésta me gustaría hablaros de dos exposiciones que visité en el Museo del Prado el pasado 8 de febrero, cuya belleza y opulencia me parecen merecedoras de ser descritas (brevemente) en este blog.

En primer lugar, me parece importante mencionar que mi presencia en el museo no obedecía a ningún tipo de obligación académica, sino al más puro placer. Junto a la lectura y el cine, la contemplación de cualquier otro tipo de arte me parece de importante obligatoriedad. Por tanto, aproveché mi visita para dar una vuelta por la colección permanente, contemplar mis obras favoritas y enterarme de qué es eso de “las furias”.

En principio, la exposición de Velázquez no me atraía demasiado pues pensaba (denotando cierta ignorancia, dicho sea de paso) que probablemente ya había visto el suficiente número de cuadros del pintor predilecto de El Prado. Qué sorpresa el hecho de encontrarme con cosas nuevas, muy nuevas.
Me enteré de las relaciones entre los reinos europeos y sus políticas matrimoniales, cómo se enviaban retratos de las candidatas a ocupar grandes puestos en capitales europeas, en este caso, sobre todo Viena desde donde también vino una reina para España.
Procedentes de otros museos hay varios retratos importantes: La Infanta María Teresa, 1653, del Metropolitan Museum of Art, The Jules Bache Collection; El Príncipe Felipe Próspero, 1659, del Kunsthistorisches Museum de Viena; de este mismo Museo La Infanta Margarita en azul y oro, 1659, precioso.

Si bien quedé impactado por la belleza de los anteriores, no me agradó tanto la copia del mismo Diego Velázquez del retrato de Inocencio X, 1650, ya que ese lo había visto en Roma, en la Gallería Doria Pamphili, y, aunque el gesto es el mismo (troppo vero) no se puede comparar el color y la luz que desprende el original.
Me sorprendieron también varios retratos de discípulos de Velázquez, sobre todo “La familia del pintor” de Martínez del Mazo.


Como he mencionado antes, no sabía qué eran “Las furias”, y quizás por eso me impresionaron tan profundamente. Se trata de cuadros enormes que representan  castigos para quien se atrevió a ofender a los dioses: Ticio, a quien un buitre devora su hígado (como Prometeo); Tántalo, a quien se le castiga a procurarse comida sin descanso; Sísifo, que debe subir una piedra enorme constantemente, e Ixión, dando vueltas sin fin en una rueda.
Estas figuras se tomaron en 1548 como alegorías de la maldad de los príncipes alemanes que se habían unido contra Carlos V y a quien este había derrotado en la batalla de Mühlberg. Así lo ordenó su hermana María de Hungría que hizo que decoraran un salón de su palacio de Binche.


Los modelos de estas representaciones se tomaron del conjunto escultórico griego de Laocoonte y sus hijos que se había encontrado en Roma en 1506 y que fue modelo para, incluso, Miguel Ángel, que también está en esta exposición.

Mucho escorzo y posturas imposibles que influyeron en pintores tan importantes como José de Ribera, del que hay tres cuadros, y Caravaggio.



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