LIDDELL, Angélica. "La casa de la fuerza"




Como ya mencionábamos en la anterior entrada, el teatro propiamente dicho debe aguijonear al espectador; el lector o el espectador que lee teatro o que lo contempla no puede quedar impasible ante lo que ve; no puede asistir a una representación amable que sólo le haga pasar un buen rato.
 
Esto es lo que parece decirnos Angélica Liddell con su obra La casa de la fuerza en la que nos muestra los aspectos más oscuros de la sociedad en la que vivimos: la violencia, el sexo, la muerte, el poder, la locura. Una sociedad en la que a pesar de la fragilidad y de la fugacidad de la vida humana, nos destrozamos unos a otros y donde nos humillamos los unos a los otros hasta el final. La obra se enmarca dentro del teatro post-dramático.

Su teatro nace de la rabia, es un teatro que no busca la perfección estilística en la composición, ni en el lenguaje ni en la escritura; eso no parece preocupar a Angélica Liddell que escribe un teatro difícil que no a todo el mundo puede llegar ni gustar; de hecho pienso que sus textos van dirigidos tan solo a un público minoritario.

La casa de la fuerza está compuesta por tres partes: en la primera parte tres mujeres, Angélica, Lola y Getse hablan sobre la incapacidad de amar, de la necesidad que tiene el ser humano de no estar solo, de sentirse querido y del daño que lleva implícito el amor. “¡Amar tanto para morir tan solos, amar tanto para morir tan solos, amar tanto para morir tan solos…!”. Las confesiones de las tres están intercaladas con letras de canciones “La tequilera”, “El preso número nueve”, “La muerte”, “Por un amor”.

En la parte segunda el personaje Angélica sigue hablando de amor, del amor que sentía un hombre por ella, el único que la había amado y cómo ella lo abandona porque está enamorada de otro hombre que enseguida “empezó a tratarme como una mierda””me decía cosas que me hacían sentir como una mierda””empiezas a creerte que eres una basura de verdad”. Es una historia de un maltratador psicológico, de un hombre violento del que siente dependencia este personaje. Pero logra alejarse de todo aquello y emprende un viaje a Venecia. En el vídeo de Venecia se entremezclan recuerdos de la ciudad, con frases del libro de Thomas Mann, con noticias sobre la muerte en Gaza y sobre el conflicto palestino-israelí. Las frases cortas a modo de pensamientos en principio inconexos son en algunos casos de una gran lucidez “Siempre me ha llamado la atención que el sexo escandalice más que una guerra” “La soledad es  un escándalo” “Necesito tener un cuerpo fuerte y agotado que me ayude a soportar el terror de las noches y la pena de las mañanas”.

Con el deporte, con el sexo a través de Internet, pretende Angélica salir de ese mundo y que no le hagan daño, pero cuando “cierro la webcam me quedo a solas con el paso del tiempo. Y siento un profundo dolor por el paso del tiempo. Y siento miedo. A veces creo que es el único sentimiento que me queda”.

“Cuando llevas el corazón inflado a hostias lo mejor es empezar a hacer ejercicios de no sentimientos y de no inteligencia”.

Se entremezclan las reflexiones sobre el sexo brutal y violento alejado por completo del amor que se usa para huir de la depresión, de la tristeza, de la angustia y del llanto con alusiones a la vida real, a la corrupción, a la política.

Paradójicamente Angélica Liddell pone en boca de sus personajes –siempre femeninos- párrafos de una gran brutalidad para denunciar precisamente las barbaridades que existen en el mundo: las violaciones de las mujeres en Ciudad Juárez, las montañas de cadáveres en los periódicos, los campos de exterminio. “¿Tú no lees el periódico? Yo leo el periódico para amar a la humanidad. Y amar a la humanidad me da permiso para ignorarte. Para ignorar tu tristeza, y tus lágrimas… y quedarme igual. Porque lo importante es la humanidad. Mis problemas y la humanidad”. Utiliza la autora la ironía a lo largo de toda la obra para denunciar las atrocidades que ha cometido la humanidad y con las que convivimos como si nada pasara. Sus temas son obsesivos y tienen que ver con el mundo actual: violencia, sexo, desamor.

La violencia y la tragedia de las mujeres asesinadas en México, en Ciudad Juárez de nuevo aparece al final de la segunda parte en el capítulo titulado “Las tres hermanas” y concluye en la tercera y última parte en la que se cuenta el caso de Paulina, una joven de 16 años raptada, violada y asesinada.

Por otro lado, la intertextualidad es uno de los aspectos proliferantes en la obra de Liddell. Entre monólogo y monólogo se intercalan otros discursos, como puede ser el de una canción pop o un pasaje de la Biblia. El valor de estos textos dentro de la propia obra descansa en hasta qué punto se integran problemas colectivos en códigos expresivos aparentemente inocentes. A través de esos discursos se va filtrando una imagen desoladora del mundo a la que apenas prestamos atención y hacia la cual solo mostramos indiferencia. Surge por tanto aquí la concepción de sociedad violenta que denigra al individuo presente en toda la obra. 

Esto, junto a su uso del lenguaje y su tendencia a hablar de cosas sobre las que la sociedad ha pactado no hablar públicamente, hace del discurso de Liddell una suerte de teatro obsceno, en el que Liddell se presenta como un Ecce Homo femenino: “he aquí la mujer”, la mujer que sufre, aspecto que a lo largo de la Historia se ha venido asociando al hombre, desde el tiempo de Cristo. Pues bien, Liddell ha venido para alterar esto de una forma innovadora y extremadamente polémica.

La obra de Angélica Liddell es un alegato contra todo tipo de violencia, es un texto teatral lleno de fuerza que puede gustar o no, y que con toda probabilidad en muchas ocasiones sintamos ganas de abandonar su lectura. Se intercalan citas de la Biblia, con titulares de prensa, con rancheras y corridos, con letras de canciones de La Oreja de Van Gogh, son textos que muchas veces chocan unos con otros pero todos ellos tienen como denominador común que son el grito de una persona que sufre y a la que resulta insoportable contemplar tanto sufrimiento provocado por la violencia de todo tipo: política, sexual, violencia de género, maltrato psicológico… y por la incapacidad del ser humano para amar. La Humanidad ha muerto parece decirnos la autora.

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