MARÍAS, Javier. Corazón tan blanco.




Las sospechas, las dudas, las deslealtades; el engaño, el azar, el silencio; lo que pudo haber sido y no fue; lo que queremos saber pero nos da miedo saber…
“No he querido saber, pero he sabido…” Así empieza (y de forma similar empiezan muchas de sus novelas) “Corazón tan blanco” e, inmediatamente,  nos relata un hecho trágico, impensable entre los que asisten a él y por el que girará toda la novela, hasta saber su significado y su causa al final.

Grandes coincidencias y personajes, en parecidas situaciones, se entremezclan en las historias que convergen en la cita de “Macbeth” de donde se saca el título de la novela: “Mis manos son de tu color; pero me avergüenzo de llevar un corazón tan blanco

Además de esta cita también leeremos varias veces “I have done the deed”, “Lo he hecho” “He sido yo” y, sobre todo, asistiremos a ese momento en que Lady Macbeth, detrás de su esposo, instiga y provoca su ambición.

Reiteradamente en la novela se nos recuerda la importancia del que, estando detrás, a la espalda, tranquiliza con su mano a la persona amada, la protege (incluso en la cama, donde se puede volver y encontrarse acompañado y besarse “lo besable” de la cara), lo mismo que las cancioncillas, que recuerda el narrador de su infancia, calman y ayudan, a pesar de su ferocidad, a superar el miedo. El primer contacto que tendrá con su futura mujer, precisamente, es así: ella es la intérprete de guardia (intérprete red, “la red”) que se pone tras él en la hilarante conversación de los adalides.
Pero desde la espalda, sugiriendo, dejando caer, se puede decir, incluso frívolamente, sin pensar, algo que desencadenará actos terribles.

Luego, como en "Macbeth", se insistirá en que no hay que torturarse, que “los dormidos, como los muertos, no son sino pinturas”. Ella, en efecto, también tiene sangre en las manos, aunque, claro está, no “lo ha hecho”, tiene el corazón blanco.

Juan, cuyo nombre no se dice hasta la página 326, es un traductor e intérprete, recién casado, obsesionado con la verdad, su trascendencia o no en la vida de las personas (“…las personas que guardan secretos durante mucho tiempo no siempre lo hacen por vergüenza o para protegerse a sí mismas, a veces es para proteger a otros”). Le  persigue una “sensación de desastre”, una inquietud ante el futuro, agudizada por la conversación mantenida con su padre el día de su boda, cuando éste le pregunta: "¿Y ahora qué?" y le aconseja: “Cuando tengas secretos o si ya los tienes, no se los cuentes”.

En su vida se van produciendo acontecimientos fortuitos que le recuerdan  situaciones perturbadoras. Las historias, aunque tengan como protagonistas  a otros, recaen en él directamente y lo implican en su resolución (Miriam, Berta, Teresa…); todas tienen elementos comunes (el tirante del sostén, el tarareo de una cancioncilla, la obsesión por los pies, la referencia al cine y a algún actor, la ironía y el humor que desprenden algunos momentos) y en todas encontramos un villano o estafador o falsificador , incluso alguien que usa su dinero para obligar a otras personas a trasladarse a otro sitio, donde no le molesten (el organillero y su mujer).

Javier Marías es capaz de unir una historia tan curiosa como la del cuadro de Artemisa, de Rembrandt, en el Museo del Prado, con un fuego de consecuencias funestas, con un servicio de contactos en Nueva York o una situación grotesca en La Habana. Todas las situaciones las resuelve estupendamente dándoles giros insospechados. Es ahí donde reside el carácter insólito de "Corazón tan blanco".

No hay comentarios:

Publicar un comentario