En múltiples ocasiones y en contraposición a la extrema dosis de realidad a la que estamos sometidos día tras
día, parece necesario buscar una forma de evadirse. La lectura puede ser una de
ellas, por su capacidad para transportarnos a mundos lejanos e inexplorados.
En la más tierna infancia, los
libros a los que nos aproximamos son los más inverosímiles, inofensivos y
fantasiosos. A medida que dejamos esa etapa de nuestra vida atrás, mostramos
una tendencia a acercarnos a novelas en las que se produce un mimetismo con el
mundo real, quizá como consecuencia de una progresiva muerte de nuestra
imaginación.
El autor norteamericano Neil
Gaiman padece de lo que podríamos denominar como síndrome de Peter Pan, y se
niega a aceptar este progresivo cambio cada vez más extendido en nuestra sociedad.
Gracias a esto, Gaiman nos ha obsequiado con obras que introducen los problemas
de la vida cotidiana del adulto medio en un imaginario fantástico sin límites.
Las obras de Gaiman tratan temas como la pérdida, el amor y la infancia de una
forma ciertamente melancólica pero al mismo tiempo enmarcados en un contexto en
que proliferan elementos siniestros y perturbadores.
La novela de la que os voy a
hablar no es una excepción a ese respecto. Se trata de “The ocean at the end of
the lane” (O “El océano al final del sendero” en una traducción un poco “de
andar por casa”). Esta obra se vendió
como “la primera novela para adultos de Neil Gaiman”, cuando esto es algo
absolutamente incorrecto. No se trata de una novela para adultos o para niños.
Se trata de una novela sobre adultos y niños. O más bien sobre la conexión que
permanece entre ambos una vez se cruza el umbral de la madurez y se deja la
infancia atrás.
La exploración de un tema tan
complejo se lleva a cabo a través de la historia de un personaje anónimo que
regresa a la ciudad en la que creció para asistir a un funeral. Una vez allí,
encuentra su antigua casa y decide entrar, en un impulso nostálgico y casi
involuntario. Sentado en un banco y mientras observa el estanque del jardín de
atrás, comienza a recordar que una vez esa pequeña acumulación de agua fue un
enorme océano que escondía la Verdad en sus profundidades. A partir de este
recuerdo y del de su amiga de infancia Lettie Hempstock, se produce el flashback que articula la totalidad del
relato y que narra una serie de turbios acontecimientos padecidos por nuestro
protagonista que su mente quiso eliminar.
La deliciosa prosa de Gaiman y la
riqueza en detalles por la que se caracteriza son capaces de transportar al
lector a un mundo de fantasía y oscuridad en el que todo es apariencia y desconcierto.
Un universo paralelo que puede asemejarse a la forma en que los niños observan
la crudeza del mundo real, amparándose en su imaginación y descubriendo poco a
poco su carácter terrible a la par que fascinante.
Por tanto, la elección de un
protagonista anónimo no es asunto baladí, sino que tiene un objetivo muy claro:
la identificación suprema del lector con éste. Al no tener un nombre que lo
caracterice así como una personalidad definitiva, podría tratarse de cualquiera
de los lectores. ¿Quién me dice a mí que no he sufrido una voluntaria leve
pérdida de memoria sobre acontecimientos turbios que definieron mi infancia y
que no los recordaré al volver a mi ciudad de origen?
Todo el tema del crepúsculo de la
infancia presente en el flashback que es “The ocean at the end of the lane” se
caracteriza por un tratamiento esencialmente metafórico. Los monstruos y la
oscuridad que acechan a nuestro protagonista han llegado con el objetivo de
asesinar su inocencia e implantar en ellos la terrible pero necesaria madurez
que a todos nos llega. No hay forma de evitarlo, aunque sí de combatirlo para
que el hecho no sea tan traumático. Ahí entra en juego la figura de Lettie
Hempstock, un personaje heroico y misterioso que con la apariencia de una niña
y la mentalidad de un adulto parece haber atravesado el proceso de transición
que ahora sufre nuestro protagonista. Lettie ya ha luchado contra sus propios monstruos
y adopta el papel de consejera del niño para hacer más fácil dentro de lo
posible la confusión y el dolor que está atravesando.
La profundidad y complejidad de
los temas abarcados en la novela de Gaiman junto a un tratamiento formal
innovador y original, hacen de “The ocean at the end of the lane” una novela
absolutamente excepcional que permanecerá en la mente del lector durante mucho
tiempo.
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