“Nosotros, compañero, nosotros los
extranjeros, tenemos que aguantárnoslo todo”, son palabras del protagonista de la novela de
Bernard-Marie Koltés, un inmigrante que en una noche en la que se encuentra
completamente solo aborda a un desconocido en la calle y le habla sin parar,
soltándole todo lo que lleva dentro, sin orden, desnudando su alma
completamente.
Este hombre
al límite se plantea por qué la vida no puede ser más fácil. Es un extranjero,
inmigrante, que ya no trabaja, al que acaban de dar una paliza, que sólo busca
una habitación para descansar de una vez, para dormir y no despertar. Está tan
necesitado de amor que asusta su monólogo tan lúcido y tan coherente que poco a
poco va arrastrando al lector que va
comprendiendo que lo que dice este hombre es cierto y que el mundo que hemos
creado no gusta absolutamente a nadie, pero que sin embargo nos vemos
arrastrados durante toda la vida a vivir como nos han impuesto, no como
queremos.
“¿Conoces
algún sitio donde te dejen estar a gusto, donde te dejen tumbarte y chao? No se
olvidan nunca de ti tío, no hay nada que hacer, se preocupan por ti, te
empujan, no te dejan en paz, de trasiego todo el día, te dicen para acá, y uno
se viene para acá, para allá y coges y vas para allá…. Siempre hay que buscarse
la vida en otro sitio… sin tiempo para tumbarte en la hierba…”
Esto es lo
que reflexiona el protagonista "Te dan un nuevo empujón y te vas otra vez,
allí donde vas a ir, serás aún más extranjero…”.
Lo que quieren es que no te
pares a pensar, que no te detengas, “si no estás de acuerdo, si abres la boca…
te exterminan a metralleta limpia en cuanto ven que te mueves”.
El texto de
Koltés es un monólogo que el protagonista suelta de una sola vez, todo seguido,
sin ningún punto y aparte, golpeando al lector, empapándolo como la lluvia que
nos acompaña durante toda su lectura “…y luego siempre la lluvia, la lluvia,
la lluvia, la lluvia”. La lluvia y la oscuridad de la noche hacen todavía más
angustioso el monólogo. El lector cada
vez entiende más el discurso desesperado del
joven extranjero, parece como si esta conversación fuera la última, como
que evocara la muerte que está retrasando al hablar sin cesar pero a la que
irremediablemente va abocado.
El lector no
sabe exactamente si el otro, la persona a la que se dirige el protagonista,
existe de verdad o si está hablando consigo mismo, con su propia sombra. En
ningún momento se presenta el interlocutor, sólo el joven extranjero que se
siente abandonado, que llora como un niño al que han dejado solo; porque en el
fondo se siente como un niño. Él no está preparado para vivir en este mundo
adulto hostil hacia todas las personas que no son triunfadores, hostil hacia los
“diferentes”. De ahí el uso constante de la concepción “extranjero”. Diferente
con respecto al mundo, incapaz de adaptarse a la sociedad impuesta y
constantemente rechazado por los demás. Nosotros,
como lectores, volvemos la vista hacia otro lado porque nos avergüenza la
miseria y la soledad; porque en el fondo nos sentimos igual de solos, igual de
niños, igual de abandonados que el chico inmigrante desesperado de la obra de
Koltés. “Si os lo encontráis no le golpeéis, no le toquéis porque es todavía un
niño… un niño al que hay que defender”.
¿Y qué se
puede hacer? “¿qué podemos hacer, ni tú ni yo, mientras ellos controlen los
ministerios, la policía, el ejército, los jefes, la calle, las esquinas, el
metro, la luz, mientras puedan hacernos desaparecer de un escobazo, desde ahí
arriba, cuando les dé la gana?” Esta es la pregunta a la que no se encuentra
respuesta
Además de
nuestro protagonista, desfilan por el texto personajes de la noche todos ellos
marginados como la prostituta loca que come tierra en un cementerio hasta morir
o la chica que sólo puede amar en los puentes, o los chulos…
Se trata por
tanto de un texto breve -sólo 47 páginas en la edición de Pre-textos- pero muy
denso, que nos conmueve y que nos golpea directamente en el centro del alma. El
estilo literario de la obra con frases cortas, con ausencia total de
conjunciones y por el empleo excesivo de la coma, imprimen rapidez y
desasosiego al texto.
Muy recomendable su lectura en estos tiempos
insolidarios y egoístas en que vivimos. Una crítica hacia esta sociedad que
margina y pisotea a los que no tienen nada, a los diferentes, a los que se
atreven a alzar la voz. Un aldabonazo a
la conciencia de cada uno por la parte de responsabilidad que nos toca en la
sociedad injusta e insolidaria que hemos construido.
“…me
gustaría ser como cualquier cosa que no sea un árbol, escondido en un bosque de
Nicaragua, como el pájaro más diminuto que querría emprender el vuelo por
encima de las hojas…” De noche justo
antes de los bosques.
No hay comentarios:
Publicar un comentario