Reconozco que la lectura de El Público no es fácil
porque el argumento de la obra en ocasiones se acerca a lo absurdo. A pesar de
las dificultades que se me plantearon en su lectura, en esta entrada intentaré
ofrecer una aproximación al mismo que no implique la exención de su carácter
extremadamente surrealista.
La obra trata de la puesta en escena en el teatro al
aire libre de la obra clásica de Shakespeare “Romeo y Julieta”. El director
teatral parece mostrarse satisfecho del resultado de la representación, pero en
ese momento entran anunciados por trompetas cuatro caballos blancos.
En la escena siguiente tres hombres con barbas
oscuras vestidos de frac felicitan irónicamente al director por la
representación del teatro al aire libre pero le dicen que no es el cometido del
teatro representar una obra de amor clásico y que el verdadero teatro que hay
que hacer es el teatro bajo la arena. El Director, Enrique, no quiere hacer
este tipo de teatro porque le tiene miedo a la máscara; los tres hombres
empujan al director a que salga a escena y para ello piden un biombo; el
director pasa por detrás del biombo y sale por el otro lado un arlequín; igual
el resto de los personajes que se transforman después de pasar por el biombo.
En el cuadro segundo, se desarrolla una
representación teatral en el escenario de unas ruinas romanas. Los personajes
son Figura de Pámpanos, Figura de Cascabeles, Emperador y Centurión; en el
Cuadro tercero asistimos a una discusión acalorada entre los tres Hombres y el
Director sobre el tema del amor. Hombre 1º, Gonzalo, está enamorado del
Director, Enrique.
En la siguiente escena se abre el muro de arena y
aparece el sepulcro de Julieta en Verona. Julieta va vestida de blanco y la
descripción de su imagen es muy surrealista (Viste
un traje blanco de ópera. Lleva al aire sus dos senos de celuloide rosado).
Entran ahora tres caballos blancos y uno negro, el director vestido de Arlequín
y el Hombre 1º. El Caballo Blanco le dice al Director ante su petición de
volver al teatro al aire libre, que ya no es posible porque han inaugurado el
verdadero teatro: el teatro bajo la arena.
Hay un tema importante que aparece en El Público y es el de la máscara. El
Director no consigue quitársela, aunque se quita el traje de Arlequín y debajo
de este disfraz aparece un Traje de Bailarina. Detrás de él aparece el Traje de
Arlequín Blanco con una careta amarilla. Una vez más, el Director se quita el
traje y aparece vestido con un maillot con cascabeles.
La máscara puede representar la hipocresía del
público, de la sociedad y es difícil quitársela: de hecho el único personaje
que no tiene máscara en esta obra es el
Hombre 1º porque es el único que no finge.
En el cuadro IV aparece Desnudo, un personaje que
representa a Cristo, con una corona de espinas azules; un enfermero le está clavando agujas. Salen entonces a escena un grupo de
estudiantes y otro de damas y hablan sobre la reacción airada y violenta que ha
tenido el público en el teatro al descubrir que Julieta no era una mujer sino
un hombre. No están dispuestos a permitir que nada acabe con el teatro al aire
libre, con el teatro convencional. El Estudiante 2 dice esta frase: “¿Es que Romeo y Julieta tienen que ser
necesariamente un hombre y una mujer para que la escena del sepulcro se
produzca de manera viva y desgarradora?”.
El Desnudo muere y desaparece; la cama gira y en su lugar aparece en ella
tendido el Hombre 1º que está agonizando. (La
luz toma un fuerte tinte plateado de pantalla cinematográfica). El Hombre
1º en su agonía llama a Enrique. Las caretas balan y el Pastor Bobo representa
un Solo.
En el cuadro V el Director de escena le dice al
Prestidigitador (que representa a los tramoyistas del teatro convencional) lo
que ha ocurrido: cómo con sus compañeros abrieron un túnel bajo la arena hasta
el sepulcro y una vez allí levantaron el telón. El Prestidigitador opina que no
puede existir teatro a partir de un sepulcro y el Director hace un alegato a
favor del teatro verdadero que es aquél en el que los personajes si acaban de
morir en escena, no despiertan sonriendo cuando cae el telón. Sus personajes
mueren de verdad en presencia de los espectadores. La obra termina con la
muerte del Director.
Un argumento complicado y con connotaciones
claramente surrealistas que no hay que pretender entender del todo, sino
simplemente disfrutar con la lectura de una obra vanguardista que pretendía ser
un alegato sobre el teatro como revulsivo para despertar las conciencias
dormidas de la sociedad y no como espectáculo para complacer al público.
El título de
la obra hace referencia clara a la importancia del público como eje central de
toda representación teatral. El Público se presenta como algo o alguien a quien
se teme y sin embargo no tenía que ser así. El siguiente diálogo entre dos de
los Estudiantes así lo manifiesta:
Estudiante
4º: La actitud del público ha sido detestable
Estudiante
1º: Detestable. Un espectador no debe formar parte nunca del drama
El Director
por ejemplo está asustado cuando tiene que pasar por detrás del biombo y dice
llorando “Me ha de ver el público. Se hundirá mi teatro”. El público también se
comporta de manera agresiva queriendo destrozar el teatro bajo la arena, el teatro utópico que el Director ha soñado con poner en práctica.
Es una obra valiente, que habla del teatro dentro
del teatro, que habla del teatro de máscaras, del teatro de disfraces al modo y
manera del teatro barroco y que sin duda tiene mucho que ver con el teatro
vanguardista. Quiere alejarse del teatro tradicional, no es complaciente con el
espectador al que obliga a esforzarse por romper el hermetismo de la obra y
poder entrar de esta manera en la representación teatral.
Además, la escenografía es también muy novedosa:
aparece una nueva disposición de la escena teatral y de lo que en ella
acontece; es una obra corta y sin embargo en ella aparecen cuarenta personajes
distintos. Me ha llamado sobre todo la atención que las imágenes de El Público son imágenes muy
cinematográficas –recuerda en algunas escenas a las películas surrealistas de
Buñuel- y también son imágenes muy plásticas –como las de Dalí. Las acotaciones y la descripción de los
decorados son muy detalladas ofreciendo el autor al lector una imagen muy real
de los distintos escenarios
El Público trata sobre una nueva
concepción del teatro libre, sin artificios, sin máscaras. Elige para ello la
representación de una obra teatral clásica que acaba siendo alterada
eventualmente. Además del metateatro,
sus temas principales son el amor –el amor homosexual-y la muerte.
La confluencia de todos estos elementos puede dar
lugar a una teoría ciertamente simplista del significado de la obra:
En medio del contexto ya expuesto tiene lugar la
aparición de dos conflictos en la figura del director: uno de carácter
personal, referido a su identidad sexual y otro de carácter estéril. Como
consecuencia de las convenciones sociales el director ha negado su
homosexualidad de cara al público y ha optado por un teatro convencional. A
través del sueño de su protagonista, la historia nos remite a su auténtico
deseo, en contraposición a lo que verdaderamente ha hecho. El director soñó con
una revolución tanto personal como teatral: la sustitución de la representación
de “Romeo y Julieta”, por la que se produce
un cambio en el sexo de la persona que ocupa el sepulcro de Julieta. Este hecho
desencadenará una revolución en el público burgués, que propugnará la
inmoralidad de lo ocurrido.
Una obra arriesgada, de difícil puesta en escena,
difícil de interpretar pero a su vez tremendamente profunda y diferente tanto
en apariencia como en sus entrañas. Una obra visualmente impecable en la que el
lector/ público no lo tiene fácil porque el autor no espera de él que sea un
simple espectador, sino que le aguijonea para que se implique y participe en el
drama. En este sentido podemos ver a El Público como precursor de este tipo de teatro que
pretende que los espectadores se remuevan inquietos en sus butacas. Algunas de
estas obras que calan en la conciencia de un espectador que no puede permanecer
indiferente también van a ser comentadas en este blog: El balcón de Jean Genet; o los monólogos De noche justo antes de los bosques de Koltés y Psicosis 4.48 de Sarah Kane; o La
casa de la fuerza de Angélica Liddell.

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